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jueves, 12 de agosto de 2010

Lo Viejo agoniza y a lo nuevo cuesta nacer

Por: Lonardo Boff - Teólogo


Entre los muchos problemas actuales, tres comparecen como los más desafiantes: Una crisis social mundial, los cambios climáticos y la insustentabilidad del sistema tierra.

La crisis social mundial deriva directamente del modo de producción que todavía impera en todo el mundo, el capitalista. Su dinámica lleva a una exacerbada acumulación de riqueza en pocas manos a costa de un espantoso pillaje de la naturaleza y del empobrecimiento de las grandes mayorías de los pueblos. Ella es creciente y los gritos caninos de los famélicos y considerados “aceite quemado” no pueden ser más silenciados.

Este sistema debe ser denunciado como inhumano, cruel, sin piedad y hostil a la vida. El tiene una tendencia suicida y si no fuese superado históricamente, podrá llevar al sistema vida a un gran impase y hasta el exterminio de la especie humana.

El segundo gran problema es constituido por los cambios climáticos que se revelan por eventos extremos: grandes fríos de un lado y prolongadas sequías de otro. Estos cambios indican un dato irreversible: la Tierra perdió su equilibrio y está buscando un punto de estabilidad que se alcanzará subiendo su temperatura. Hasta dos grados Celsius de aumento, el sistema tierra es todavía administrable. Si no hiciéramos lo suficiente y el clima alcanzare hasta 4 grados Celsius (conforme advierten serios centros de investigación), entonces la vida tal como la conocemos no será más posible. Habrá un paisaje siniestro: una tierra devastada y cubierta de cadáveres.

Nunca la humanidad, como un todo, se confrontó con semejante alternativa: o cambiar radicalmente o aceptar nuestra destrucción y la devastación de la diversidad de la vida. La Tierra continuará, entregada a las bacterias, pero sin nosotros.

Importa entender que el problema no es la Tierra. Es nuestra relación agresiva y no cooperativa para con sus ritmos y dinámicas. Tal vez al buscar un nuevo punto de equilibrio, ella se verá forzada a reducir la biosfera, implicando la eliminación de muchos seres vivos, no excluyendo seres humanos.

El tercer problema es la insustentabilidad del sistema-Tierra. Hoy sabemos empíricamente que la Tierra es un superorganismo vivo que armoniza con sutileza e inteligencia todos los elementos necesarios para la vida afin de continuamente producir o reproducir vidas y garantizar todo lo que ellas precisan para subsistir.

Ocurre que la excesiva explotación de sus recursos naturales, muchos renovables y otros no, hace que ella no consiguiese, con sus propios mecanismos internos, auto reproducirse y autorregularse. La humanidad consume actualmente 30% más de aquello que la Tierra puede reponer. De esta forma ella se torna menos sustentable. Hay crecientes pérdidas de suelos, de aire, de aguas, de selvas, de especies vivas y de la propia fertilidad humana. ¿Cuando estas pérdidas van a parar? Y si no pararen ¿Cuál será nuestro futuro? Todo eso nos obliga a un cambio de paradigma civilazional. Cambio de civilización implica fundamentalmente un nuevo comienzo, una nueva relación de sinergia y de mutua pertenencia entre la tierra y la humanidad, la vivencia de valores ligados al capital espiritual como el cuidado, el respeto, la colaboración, la solidaridad, la compasión, la convivencia pacífica y una apertura a las dimensiones trascendentes que dicen respeto al destino Terminal nuestro y del universo entero.

Sin una espiritualidad, quiere decir, sin una nueva experiencia radical de Ser y sin una zambullida en la Fuente originaria de todos los seres de donde nace un nuevo horizonte de esperanza, ciertamente no conseguiremos hacer una travesía feliz.

Enfrentamos un problema: lo viejo todavía persiste y a lo nuevo cuesta nacer, para usar una expresión de Antonio Gramsci.

Vivimos tiempos urgentes. Son las urgencias las que nos harán pensar y son los peligros los que nos obligan a crear arcas de Noe salvadoras. Estamos inconformes con la actual situación de la Tierra. Aún así creemos que está a nuestro alcance construir un mundo de “bien vivir” en armonía con todos los seres y con las energías de la naturaleza y principalmente en cooperación con todos los seres humanos y en una profunda reverencia para con la Madre Tierra.



Traducido por: David Hernández Oduber

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