Talibanes Unios....

jueves, 30 de septiembre de 2010

ESPLENDOR DE MUJER

Por: Crisanto Gregorio León (*)

Presurosas, hacendosas, diligentes y desafiantes; atentas, radiantes, motivadas y motivadoras; intuitivas, misteriosas, tiernas y fuertes.
Adorables criaturas, complementos perfectos, deidades terrenales, compañeras ideales, caprichos sublimes, enigmas indescifrables, destinos queridos, sueños reales, pasiones ansiadas, amores
concretos, horizontes buscados, ternuras del alma, voces acariciantes, hálitos de vida, cautivantes
ninfas, vestales encantadores, virtuosas señoras, afanes luminosos, inteligencias desbordantes.
Jardines encantados, montañas retadoras, cúspides conquistadas, noblezas encarnadas,
bondades enraizadas, sufrimientos silentes, valentías impetuosas, esplendores de amor, baluartes
de firmeza, graciosos frenesíes, etéreas y tangibles, veleidades soportables, anclajes del hombre,
deleitosos aromas , encuentros añorados.

No podría haber sido otra la magnificencia del creador al hacer a la mujer como idónea para el
hombre, por no ser bueno que permanezca solo (Génesis 2:18). Así, el Señor de los cielos, le dio al
hombre un maravilloso ser, que se conjuga entre el dulzor y las especias.
Con el paso de los años la mujer se torna más hermosa, se tonifica, se intensifica, se irradia al
derredor cual esplendor; como remontar los cielos en un ave blanca que al ser perseguida por la
mirada su luz nos deslumbra.
Es su esencia, la cadencia en su caminar, el éxtasis de su mirada y su respuesta al saludar.
Lo impresionante de sus pucheros o el enojo; pero mejor aún, su sonrisa que todo lo ilumina, las
llenan de sobriedad como un “blend” de 33 años.
La mujer evoluciona hacia estadios de mayor delicadeza, donde la sensatez que le entregan los
años, las coronan como reinas o princesas, que hacen nacer el anhelo en todo hidalgo que las
admira y las añora.

Ellas son la fascinación del hombre, siempre primavera, reverdecer del espíritu. La mujer es sin lugar a duda un alma sensible y sincera, revestida por una piel de seda que remarca su silueta… Para el conquistador Bonaparte, “una mujer hermosa agrada a los ojos; una mujer buena agrada al corazón: la primera es un dije, la segunda es un tesoro”. Son bellas, fuertes y sensibles, cariñosas, intuitivas, sentimentales e inteligentes; pero lo más importante, sólo ellas son dadoras de vida.

(*) Abogado

crisantogleon@gmail.com

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