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jueves, 30 de septiembre de 2010

La mafia se apoderó de Colombia

Por Gonzalo Guillén

Revista Seman
Fecha: 05/11/2007


El periodista Gonzalo Guillén publica 'Los confidenciales de Pablo Escobar', un libro que revela cómo la mafia se apoderó del país y relata los crímenes y magnicidios del cartel de Medellín. Una publicación de la editorial Un Pasquín Documentos.

Conocí a Pablo Escobar Gaviria en el otoño de 1982, volando a Madrid, España, en la estancia VIP del segundo piso del primer avión jumbo, Boeing 747, que tuvo Avianca. Él acudía como invitado especial a presenciar las elecciones que le dieron el triunfo por mayoría absoluta al carismático sevillano, licenciado en derecho, Felipe González, Secretario General del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, quien habría de gobernar a España hasta 1996 en el que, para muchos, es uno de los períodos más prósperos vividos por ese país durante su historia contemporánea.



La cabina VIP entonces no tenía sillas de viaje sino mesas para comer y una barra de bar, sentado a la cual charlé generalidades durante horas con aquel hombre de hablar chocarrero antioqueño, mirada ladina, zapatos tenis, jeans y camisa de seda con estampados molestamente llamativos. Era extravagante que aquel individuo ordinario con porte de bribón viajara en una comitiva oficial.

Llevaba en la muñeca del brazo izquierdo un reloj de doble tablero con 24 diamantes que representaban las horas en ambos: doce en uno y doce en otro.
—"Es para tener la hora de Colombia y de España"- comentó Escobar mientras verificaba la diferencia horaria dentro del avión que había levantado vuelo en Bogotá a las seis de la tarde y volaba a través de la noche hacia San Juan de Puerto Rico para una escala técnica. De allí iría derecho a España.
Me dijo que trabajaba en el Congreso con "el doctor (Alberto) Santofimio", un senador que en ese momento roncaba en su silla de primera clase y que por entonces se abría campo a grandes pasos en la política colombiana, apoyado en su astucia y su rara capacidad para perorar y perorar durante horas sin decir nada en concreto.
A Santofimio, por su parte, en 1976 lo había conocido en el diario El Tiempo, de Bogotá, donde comencé mi carrera periodística, en el viejo edificio de la Avenida Jiménez de Quesada con carrera Séptima.

En el largo y angosto salón de la redacción, atestado de escritorios metálicos, máquinas de escribir, timbres de viejos teléfonos de baquelita y gritos del jefe de redacción, Enrique Santos Castillo, preguntando por sus gafas para leer que abandonaba en todas partes y reclamando noticias para la primera página del día siguiente, Santofimio apareció una tarde acompañado por Felipe González para una visita protocolaria que al día siguiente fue registrada con fotografías y textos desplegados en primera página. Por esos días, el político español despertaba tanta simpatía en Colombia como su compatriota, el baladista de moda, Julio Iglesias.

El día de la visita, Santofimio era el Presidente de la Cámara de Representantes y al dejar el cargo, en 1978, cayó preso, acusado por peculado y falsedad en documentos públicos debido a que habría adulterado con ácidos un juego de microfilmes que contenían manejos irregulares de cuentas bancarias oficiales y, absuelto, recuperó la libertad en junio de 1979.

Escobar viajó a Madrid acompañado por los parlamentarios colombianos Alberto Santofimio Botero y Jairo Ortega, a quienes financiaba sus causas políticas, y gracias a ellos meses más tarde logró él mismo convertirse en congresista por ausencia del titular del que fue suplente en las elecciones.
No volví a saber del hombre del reloj doble sino tres días más tarde, el histórico domingo 28 de octubre de 1982 en que Felipe González ganó por abrumadora mayoría.

Ya habían sido cerradas las urnas y contados los votos cuando fui, en la noche, a buscar informaciones y entrevistas en el hotel Palace del centro de Madrid en donde el PSOE se congregó para celebrar el triunfo.
Entre la multitud, que se apretujaba en un mezanine del hotel, reconocí a Escobar por el mechón negro, seboso y crespo que le caía sobre el lado derecho de la cara y por su bigote primitivo. Me hizo señas con el brazo derecho para que subiera, me abrió una puerta y me llevó hasta donde estaba el ganador, al lado del cual permanecimos hasta cuando dio la oportunidad de saludarlo.

-"Doctor, le presento a un ilustre periodista colombiano", soltó Escobar con una reverencia.
Felipe González fue cortés y era evidente que no sabía quien era Escobar en medio de la marejada de gente que quería estrecharle la mano.
Entrevisté al triunfador durante unos 15 minutos y salí del hotel corriendo por las calles hasta el centro de prensa que el gobierno había habilitado para los periodistas extranjeros.

teléfonos de baquelita y gritos del jefe de redacción, Enrique Santos Castillo, preguntando por sus gafas para leer que abandonaba en todas partes y reclamando noticias para la primera página del día siguiente, Santofimio apareció una tarde acompañado por Felipe González para una visita protocolaria que al día siguiente fue registrada con fotografías y textos desplegados en primera página. Por esos días, el político español despertaba tanta simpatía en Colombia como su compatriota, el baladista de moda, Julio Iglesias.
El día de la visita, Santofimio era el Presidente de la Cámara de Representantes y al dejar el cargo, en 1978, cayó preso, acusado por peculado y falsedad en documentos públicos debido a que habría adulterado con ácidos un juego de microfilmes que contenían manejos irregulares de cuentas bancarias oficiales y, absuelto, recuperó la libertad en junio de 1979.

Escobar viajó a Madrid acompañado por los parlamentarios colombianos Alberto Santofimio Botero y Jairo Ortega, a quienes financiaba sus causas políticas, y gracias a ellos meses más tarde logró él mismo convertirse en congresista por ausencia del titular del que fue suplente en las elecciones.
No volví a saber del hombre del reloj doble sino tres días más tarde, el histórico domingo 28 de octubre de 1982 en que Felipe González ganó por abrumadora mayoría.
Ya habían sido cerradas las urnas y contados los votos cuando fui, en la noche, a buscar informaciones y entrevistas en el hotel Palace del centro de Madrid en donde el PSOE se congregó para celebrar el triunfo.
Entre la multitud, que se apretujaba en un mezanine del hotel, reconocí a Escobar por el mechón negro, seboso y crespo que le caía sobre el lado derecho de la cara y por su bigote primitivo. Me hizo señas con el brazo derecho para que subiera, me abrió una puerta y me llevó hasta donde estaba el ganador, al lado del cual permanecimos hasta cuando dio la oportunidad de saludarlo.

-"Doctor, le presento a un ilustre periodista colombiano", soltó Escobar con una reverencia.
Felipe González fue cortés y era evidente que no sabía quien era Escobar en medio de la marejada de gente que quería estrecharle la mano.
Entrevisté al triunfador durante unos 15 minutos y salí del hotel corriendo por las calles hasta el centro de prensa que el gobierno había habilitado para los periodistas extranjeros.
Envié por télex una noticia basada en la entrevista y chivié así a todos los demás colombianos que viajaron a cubrir las elecciones. Para entonces, yo trabajaba en la recientemente fundada agencia de noticias Colprensa, creada en Bogotá por los principales periódicos de la provincia.
Volví a reconocer a Pablo Escobar el 30 de abril de 1984 viendo las noticias en un televisor del cuartel general de la Legión Extranjera en Cayena, Guyana Francesa, célebre ejército de mercenarios sobre el que estaba haciendo un reportaje para el Noticiero TV-Hoy, de Bogotá.

Aparecían imágenes de un Mercedes Benz blanco con los vidrios destruidos a balazos, una motocicleta al lado tirada en el piso y fotografías, entre otras, del ministro de justicia de Colombia Rodrigo Lara Bonilla y del hombre que me había llevado hasta donde González en Madrid, cuyo nombre no recordaba: Pablo Escobar.

La televisión francesa estaba reportando el anunciado asesinato de Lara Bonilla, quien desde el ministerio había encabezado un enfrentamiento sin tregua contra el narcotráfico, a la sazón aglutinado en el Cartel de Medellín, del que Pablo Escobar era líder.

Los mismos bucles negros sebáceos caídos sobre la cara de Pablo Escobar me recordaban al hombre que acompañó a Santofimio a presenciar las elecciones en Madrid.
Ambos, inclusive, regresaron conmigo en el mismo Jumbo de Avianca y Santofimio llevaba un bastón de madera castaña lustrosa con mango de oro macizo en forma de cabeza de perro galgo que apoyaba a cada paso y exhibía con gusto en la sala de embarque del aeropuerto Barajas. Contaba que tenía una colección y este, que un amigo le acababa de obsequiar en Madrid, venía a ser el más costoso de todos.
No dio el nombre del amigo que le hizo el obsequio.

El asesinato de Lara Bonilla marcó el inicio de una era infame, cada vez más grave e ignominiosa para Colombia.

Después de Lara, la mafia también asesinó al propio Luis Carlos Galán, líder de un movimiento político que encaró frontalmente al narcotráfico y su presencia corrosiva en todas las instancias de la vida del país.
Como en un simple juego de maquinitas, los narcotraficantes volaron aviones comerciales en vuelo, asesinaron a oficiales de policía que rehusaron doblegarse, como el Coronel de policía Jaime Ramírez Gómez, y cundieron el país de carros-bombas para amedrentarlo.

Adicionalmente, la misma mafia de la cocaína se dio personería política y en nombre de ella exterminó a un partido político entero: Unión Patriótica.
Nada detuvo ni ha detenido al narcotráfico en su avance arrollador sobre Colombia. Con Ernesto Samper (1994-1998) el Cartel de Cali consiguió la Presidencia de la República y sus archienemigos del Cartel de Medellín en 2002 le quitaron esa posición con Uribe Vélez.
Dos primos hermanos de Pablo Escobar Gaviria, por ejemplo, hoy (abril de 2007) son prominentes funcionarios de la Presidencia de la República y uno de ellos, José Obdulio Gaviria, es el hombre más cercano al Presiente Uribe.

Álvaro Uribe fue copropietario en calidad de heredero, de un helicóptero que la Policía colombiana y la DEA decomisaron el 11 marzo de 1984 durante un golpe a las mafias de las drogas, que aún, hoy sigue siendo el más grande del mundo en todos los tiempos y es el único que logró hacer que la cocaína escaseara en los grandes mercados del mundo y que su precio se multiplicara.
La aeronave, de fabricación norteamericana Hughes-500, modelo 369-D, la introdujo a Colombia el 27 de octubre de 1981 una empresa del padre de Uribe Vélez, Alberto Uribe Sierra (reconocido amigo de Pablo Escobar), al amparo de un registro legal de importación y al día siguiente, en menos de cuatro horas, el Departamento Administrativo de Aronáutica Civil, Aerocivil, del cual Álvaro Uribe era director en ese momento, le otorgó licencia de operación y matrícula de bandera colombiana HK 2704-X. Un trámite que normalmente suele demorar, cuando menos, 20 días.

El helicóptero llegó a Colombia con la matrícula de bandera norteamericana N215-FA. El mismo día en que la Aerocivil incorporó a la flota aérea colombiana el helicóptero de la empresa del padre de Uribe Vélez, también concedió matrículas de bandera colombiana a otros tres aviones de seis que la DEA y la Policía Nacional Antinarcóticos decomisaron durante el allanamiento a aquel complejo cocainero, de 500 hectáreas de extensión, siete pistas de aterrizaje y 14 factorías capacitadas para producir 20 toneladas semanales de cocaína: quiere decir que podía surtir con creces el consumo mundial de cocaína, estimado en 900 toneladas métricas.

De acuerdo con el director de la Policía Nacional de Colombia, Víctor Delgado Mallarino, en esa gigantesca zona industrial de la mafia colombiana, conocida como Tranquilandia y Villacoca, los más grandes narcotraficantes del país se habían asociado para producir la droga que exportaban por toneladas y sin mayores problemas, principalmente hacia Estados Unidos.

El mismo día de marzo de 1984 en que comandos policiales tomaron por asalto el complejo y lo destruyeron, Delgado Mallarino afirmó que les pertenecía, entre otros, a las organizaciones de Pablo Escobar, José Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano y los hermanos Juan David, Jorge Luis y Fabio Ochoa Vásquez y Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, quienes manejaban los poderosos carteles de Cali y Medellín.

La dirección del operativo estuvo a cargo de los coroneles Jaime Ramírez Gómez (posteriormente asesinado en venganza por la mafia cerca de Bogotá) y Luis Ernesto Gilibert, quien llegó a ejercer la dirección de la Policía Nacional de Colombia.

Ocho meses antes de haber sido capturado el helicóptero en ese centro industrial de la cocaína, el padre de Uribe Vélez fue asesinado supuestamente por las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, en una hacienda de su propiedad próxima a Medellín, a la cual había viajado en el controvertido helicóptero. Todos sus bienes quedaron en poder de sus hijos, incluido Álvaro Uribe, y sujetos a una repartición judicial equitativa.

El 28 de marzo de 1984, 17 días después del golpe a Tranquilandia y Villacoca, la oficina de Registro Aeronáutico de la Aviación Civil colombiana recibió una carta de la firma propietaria del helicóptero según la cual el aparato, para entonces incautado, supuestamente le había sido vendido a un hombre llamado Fidel Agudelo Chávez, con la advertencia de que no existían documentos legales que acreditaran la venta como lo dispone la ley, pues "están pendientes del avance del proceso sucesorial del finado Alberto Uribe Sierra".

La carta fue acompañada por un documento suscrito ante un notario en febrero de 1984 por Agudelo Chávez y por Jaime Álberto Uribe Vélez (hermano de Alvaro Uribe Vélez), quien se comprometía a entregar el helicóptero en pago de una deuda que su padre presuntamente había contraído con el aparente nuevo propietario de la nave.

Hoy en día, en el expediente oficial del helicóptero todavía no aparece ningún traspaso a nombre de Agudelo Chávez y las autoridades aeronáuticas dicen desconocer el paradero del HK-2704X, el cual fue adjudicado a la Policía Nacional y once años después de haber sido decomisado en el complejo cocalero la Fiscalía ordenó devolverlo a los dueños legítimos con el argumento de que no hubo, a la postre, sentencia judicial alguna que comprobara oficialmente la relación del helicóptero con el narcotráfico a pesar de haber sido encontrado en el laboratorio de cocaína más grande del mundo en todos los tiempos.
Otra de las naves incautadas en Tranquilandia y Villacoca es un avión matriculado en Colombia el mismo día que el helicóptero, con la sigla HK 2592P. En el expediente de este último figura un oficio de recomendación especial firmado por el entonces Jefe de Planeación de la Aviación Civil, César Villegas, a quien Uribe Vélez había llevado para que le sirviera como principal asesor en su controvertida gestión oficial, entre 1980 y 1982.

Villegas estuvo preso años después por haber participado en el traslado clandestino de fondos de la mafia a la campaña presidencial de Ernesto Samper Pizano, quien fue sucedido por Andrés Pastrana.
En marzo de 2002, Villegas fue asesinado por dos sicarios en una calle bogotana cuando salía de su oficina, en la carrera novena con calle 79A, norte de Bogotá, y los nexos de Álvaro Uribe Vélez con la mafia eran ventilados públicamente.

Uribe Vélez, por otra parte, no ha desmentido la pública amistad que mantuvo su padre con Pablo Escobar y otros miembros de la mafia de la cocaína en Antioquia.

En marzo de 1983, por ejemplo, el padre de Uribe dio un espectáculo de rejoneo1 en la plaza de toros La Macarena, de Medellín, en beneficio de "Medellín sin Tugurios", un programa de vivienda popular que financiaba Escobar con dineros que obtenía en el comercio de la cocaína. Uribe padre, incluso, fue secundado en el espectáculo por los reconocidos traficantes de drogas a escala global Dairo Chica y Fabio Ochoa Vásquez, hoy preso en Estados Unidos tras haber sido extraditado desde Colombia. Uribe Vélez no niega su amistad con este último y su familia.

Cuando asesinaron a Uribe padre, el cadáver fue rescatado con un helicóptero de Pablo Escobar, de acuerdo con el registro de la muerte que hizo el diario El Colombiano de Medellín. Era el único en Colombia que podía volar de noche y la matrícula colombiana le había sido concedida por el director de Aerocivil en su momento, Álvaro Uribe Vélez. Esa aeronave hoy pertenece a la Armada Nacional por disposición judicial.

"Me monté casi de noche en el primer helicóptero que consiguieron y no pudimos aterrizar para rescatar a mi padre", aseguró Uribe al diario bogotano El Tiempo.

Entre los avisos de condolencias que fueron publicados en los diarios de Medellín por la muerte de Uribe padre, en los diarios de la ciudad se destaca uno de la empresa bandera de Pablo Escobar: "Medellín sin Tugurios".

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