Por: Américo Gollo Chávez.

Si hubiese estado allí, habría sido domingo, y como otros, esperaríamos ansiosos a quien vendría, Rey, para salvar al hombre. Tal vez el único caso cuando un rey ha asumido tan dura, difícil complicada tarea. Estaría entre la multitud, dichoso pero con la angustia de la espera por ver hecha verdad la esperanza en quien ha de venir. Dichoso con mis ofrendas de ramos cortados del Olivo para ofrecerlo, para ofrendarlo y serme ante sus ojos grato. O quizá estaría con el miedo que provoca la inmensidad de lo desconocido, según es la palabra que vestida de glorias ha llegado primero. Probablemente podría haberme ocurrido que la duda se anidara en mi alma por no saber si cuanto en mis manos se sostiene, es bueno, digno, o si en cambio, no alcanzasen méritos para su entrega. Podría ser que iconoclasta estuviese entre la multitud por estar allí, o que probablemente la curiosidad me hubiese invitado, o tal vez, esa carga de miseria que siempre acompaña al ser humano, quizá mas en mí que en otros lados, determinara mi existencia para ver si valía la pena aceptar el riesgo de asumirme súbdito del tan especial Rey. Si hubiese estado allí quien sabe de qué lado me habría ubicado, si entre quienes por fe tras la verdad estaban o entre quienes por esa inmensa fuerza que la avaricia del poder provoca, siempre procuran acercarse al rey, no importa quien sea o ha de ser, simplemente es el rey y el rey, poder.
Si hubiese estado allí me habría sido imposible comprender que el rey llegase sobre una borriquita, sin atuendos de rey colmados de oro, y un cortejo grande de seres entregados a él, según sus negocios, inversiones y cálculos. Aun me es incomprensible la paradoja de verlo andar lento quedo, en una borriquita, nada me ayuda a saber cuanto alcance guardan sus lecciones, tanto más cuanto de haber estado allí, habría sabido de sus hazañas en las discusiones con los sacerdotes y de su severidad al expulsar a los mercaderes del templo. Como no estaba allí, me arriesgo a pensar en este día que verdad era, que un buen Rey de esa talla única, tenía a la humildad por compañera, que en cada acto suyo no tenia espacio la soberbia, esa que siempre anima a reyes de esta tierra y a gente que, a veces sea yo mismo, hace de la palabra su verdad y su reino y no ve mas de cuanto verdad es que no está en uno. No se que habría pasado después de verlo en esa extraña facha. No se si me habría quedado hasta el final o si me habría marchado, no lo se, solo creo saber que mi confusión no me habría permitido entender ni la verdad de su palabra ni la grandeza de la humildad que conformaron ese acto.
Después, de haber estado allí, no se cuantas cosas habría hecho. Por algo extraño que en mí vive, de haber estado allí me habría asqueado de Judas, su traición me habría sido infame, no tanto, presumo, por sus causas o motivos que pudieran ser la avaricia o el desengaño porque su nivel de esperanzas con su maestro distintas a cuanto él presupondría fueron. Me habría asqueado la manera misma de traicionarlo, venderlo ya es muy grave, pero delatar y hacerlo con un beso, es quien sabe que, pero al pensarlo provoca horror, tristura, asco. Pero también, como ahora, mucho dolor, porque uno no sabe cuanto de eso pueda vivir en uno. Uno no sabe qué es hasta tanto no se presentan los grandes dilemas y asume sus trascendentales decisiones o si se acaba todo en la miseria placentera de lo inmediato.
De haber estado allí, me habría inhibido de acercarme al Vía Crucis, demasiada crueldad que deliberada empleó el poder para intimidar, para aniquilar no solo a ese inmenso ser único que es Cristo, sino a quienes en Él creen, lo asumen y siguen según es la verdad y es el camino. De haber estado allí, me habría peleado con Pedro, cuya traición mayor que la de Judas es. Fue negarlo tres veces por temor, por haber echado la fe al cesto de desechos, donde el poder echa la dignidad para matarla. Pero, de haber estado allí, cuanto amor, en el mas profundo de los silencios, habría dado a María, su mama, a la Magdalena, la amistad, por haber estado con Él siempre a su lado, sin soltar ni una palabra, solo cubriéndolo con sus miradas limpias bañado su dolor con sus lágrimas para que así el dolor doliera menos y tuviera el Señor en quien ver la majestad de lo bello y lo bueno. De haber estado allí, me habría gustado estar al lado del ladrón, el bueno, que sin saber de ti, Cristo, confió en ti, creyó en vos. De haber estado allí, habría estado contigo, en esa inmensa expresión que se oyó en todo el cielo Oh, Padre por qué me ha has abandonado. Se me ocurre que esa vez, es la más trascendente que el amor se hace en reclamo al padre, para que el padre sea amor. De haber estado allí, me habría gustado ver tu Resurrección y verte inmenso en el vuelo que emprendiste a los cielos, abriendo los caminos al hombre bueno. Y salir de allí contarlo en todas partes luego. Y, sabes, de haber estado allí habría vivido la intensidad de tu amor sublime al conceder por amor el perdón a Pedro. Hoy a tiempo lejos lo vivo y siento tal mucho mejor que de haber estado allí en ese tiempo. Es tu tiempo.
decir, casi lo mismo, heme aquí, como estoy y como soy, lo cuento en un poema, que
escribiera, como mi confesión en esta era, porque, Señor, a veces no se si exactamente
soy o estoy en mí.
Oh Señor, Padre Nuestro, Señor del universo creado y por hacer Heme aquí a tu casa de
regreso del largo viaje que en el mundo hice i y donde tantas veces me alimentaba la
soberbia me enfermaba la duda la vanidad me confortaba.
Me trae de la mano a quien pusiste por tu sublime amor, Oh María virgen, de Dios Madre,
para abrir mi corazón al don de la verdad y la humildad.
Me alcanza Señor tu misericordia
y tu amor que cuida sin distingos
al bueno y al perverso, al justo al deshonesto, al pecador y al pío
Hoy señor de regreso a tu casa quiero rogarte, Oh Dios, que ilumines a quien ofendí de hecho y de palabra para que me perdonen y de su alma borren el mal que pude hacer.
Y a quienes injuriaron en mi nombre, o conmigo lo hicieron, para ellos, Oh Dios, alcance tu perdón y tu luz para la constricción, el arrepentimiento y la paz de lo justo y de lo bueno encauce sus acciones
Para quienes me aman, Señor, pido de Ti, preserves su bondad, su ternura, humildad alimentes la belleza de su alma y en su corazón hospedado por siempre sea tu amor.
Para los seres que amo, Señor, y he amado siempre y a quienes amaré
para ellos, Señor, pido lo mejor de ti, tu amor y tu amor sea en ellos según es tu palabra
y sean ellos amor.
Y para mí, Señor, dame tu justicia
Y, Oh Señor, te pido la fe sólida como la piedra es
y pueda hacer verdad que verdad sea
poder rezar con el alma serena el Padre Nuestro en cada acto de mi vida y en todos sus espacios sea verdad.
Gracias Señor por dejarme regresar a tu casa
De donde no me echaste me había ido.
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