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domingo, 31 de octubre de 2010

NEOLIBERALISMO, RECETAS, ABUSOS Y CONSECUENCIAS

Por: Darío Botero Pérez


Para entender de qué somos víctimas colectivas, menciono algunas recetas de los “economistas” neoliberales que “explican” sus exabruptos depredadores y retrógrados;
· “Endeudamiento externo” capaz de generar un déficit permanente en el presupuesto de los países dependientes
· “Apertura comercial” a las mercancías extranjeras, que arruinan cualquier producción nacional aprovechando el famoso “dumping” o competencia desleal, condenado por la ciencia económica auténtica pero rescatado por el neoliberalismo
· “Privatización” de funciones esenciales del Estado y de los correspondientes monopolios públicos que los clásicos consideraron exclusivos del Estado como representante y defensor de toda la sociedad
· “Desnacionalización” de la infraestructura productiva nacional, que termina reducida en la medida en que crece la llamada “Inversión extranjera”. Ésta no genera empresas nuevas, pero se apropia de lo que lograron construir varias generaciones con ingentes sacrificios, tanto como de los recursos naturales que todavía conservamos.
· “Desregulación” o eliminación de las reglas que contenían el arrasador individualismo de los capitalistas privados, indiferentes al bien público y empeñados en aumentar sus fortunas personales, sin tasa ni medida.

Esta última medida estimula la iniciativa privada de los potentados, quienes pueden actuar sin las barreras artificiales impuestas por los Estados para proteger a las mayorías inermes e impotentes.

Es una iniciativa que se le asigna al actor presidente, Ronald Reagan. Sus aterradoras consecuencias las estamos viviendo hace años, como con las estafas financieras de los grandes banqueros y similares ratas dedicadas a explotar el sector formal de la economía.

En el presente se nos muestran con una crudeza dolorosa, mediante el incesante flujo de petróleo en el Golfo de México, causado por los potentados de la BP para envenenar las aguas del Mar Caribe hasta que decidan dejar de hacerlo, lo cual parece que no sucederá.

Al menos, es clara su perversidad al prometer una solución para agosto, cuando la temporada de huracanes ya haya causado desastres que ninguna generación anterior se había dado el gusto de presenciar.

Desde luego, cualquier Gobierno decente habría tapado los pozos, pero sus amos no dejan a Obama que lo haga. O sea, no es decente ni independiente; pero promete mucho. Sin embargo, la decisión está en manos de la BP, a no ser que la humanidad reaccione.

Ni el Imperio que, hasta ahora, es el principal afectado, dispone de herramientas o poder para proteger a sus ciudadanos comunes y corrientes.

Pero no ha dudado en arrebatarles sus derechos, como sucede con la ley xenófoba de Arizona, a la que apenas ahora ha demandado el gobierno federal, aunque trata materias que son exclusivas de su jurisdicción nacional.

Un papel semejante ha cumplido la campaña contra el “terrorismo” que se inventaron los petroleros Osama Bin Laden y George W. Bush para despojar a las mayorías de sus derechos civiles, mediante el terror de Estado.

En vez de perseguir terroristas, parten de que todos los ciudadanos lo son. En consecuencia, la presunción de inocencia y el respeto a su intimidad pierden su vigencia, ante la impotencia del ciudadano.

Sin duda, las políticas terroristas hacen parte de esa alienación que les permite a los potentados extender sus absurdas medidas sin mayores críticas de los ciudadanos, convencidos de que los vejámenes a que son sometidos son por su bien.

Ese papel lo cumplió la guerra fría y trataron de asignárselo al narcotráfico, sin éxito. En cambio, el terrorismo lo ha suplido bien, hasta ahora.

Pero hay más medidas neoliberales, aberrantes y ruinosas para los pueblos.

Una bastante detestable es la “Narcotización” de las economías de los países dependientes.

La imponen a medida que los despojan de sus riquezas y de su infraestructura productiva. No les importa que haya sido construida con el esfuerzo de varias generaciones, a un costo altísimo, generalmente.

Todo lo valioso pasa a manos de extranjeros, extraños a la idiosincrasia de los pueblos que subyugan comprando a sus gobernantes venales y lacayos.

El ingreso nacional lo remplazan con los dineros sucios que produce el negocio de la ilegalización de los narcóticos, que pueden desaparecer cuando se legalicen.

La intención es mantener a los ciudadanos del común enfrentados, temiendo por su vida. De esta forma, sus derechos civiles, sociales y políticos les pasan desapercibidos. No les asignan la responsabilidad a los gobernantes sino a la maldad congénita de los bandidos, que son sus hijos o los de sus vecinos.

No caen en cuenta de que los bandidos son producidos por el Estado y sus políticas perversas, orientadas a mantener el monopolio del poder. Es una buena estrategia de opresión aplicada por los potentados en muchos países, entre comunidades populares.

Como consecuencia de las políticas neoliberales, la propiedad de nacionales sobre las grandes empresas, desaparece. La presión por desnacionalizar es enorme y difícil de resistir, sobre todo cuando se estimula la codicia de los empresarios criollos.

En Colombia echamos de menos el Éxito, un almacén que nació con los abuelos en pleno barrio Guayaquil, en Medellín.

* la Colombiana de Tabaco, un monopolio cedido por el Estado a particulares, quienes terminaron vendiéndoselo a extranjeros, en un acto que debe ser anticonstitucional, pues la explotación del tabaco siempre ha sido un monopolio rentístico del Estado.

* Bavaria, perteneciente a los Santodomingo, que fueron dueños de muchas empresas más. Ésta es un monopolio de la cerveza, favorecido con privilegios sobre fuentes de agua natural que serían inajenables, pero que no tuvieron inconveniente en cederles a extranjeros.

* Avianca, perteneciente a la misma familia, que disfrutó del monopolio del correo aéreo, hoy inexistente en Colombia, y desconocido para las nuevas generaciones.

Ese enorme establecimiento productivo nacional, a la luz de nuestra presente miseria, parece ser un cuento de hadas que nos haya pertenecido. Tal es el caso de las siderúrgicas, como la enorme Acerías Paz del Río, para poner otro ejemplo, entre tantos.

¡Viejo nostálgico; enemigo del progreso que nos ha traído el despojo! O, al menos, que nos ha prometido pero no se ve. Lo que se destaca es el retraso constante, tanto como la ruina inminente.

Hasta dejó de ser nacional El Tiempo, un periódico que les sirvió de timonel a lo más rancio de las clases dominantes criollas, y que perteneció a la familia del presidente electo de Colombia, Juan Manuel Santos, descendiente de Eduardo Santos, quien fue presidente de 1938 a 1942.

Incidentalmente, este personaje fue elegido sin la participación de los conservadores que fomentaron una oposición radical que se convirtió en una guerra abierta cuando decidieron asesinar a Jorge Eliécer Gaitán en 1948.

¿Qué esperanzas nos quedan de conservar lo poco que no se han llevado?

Si no nos manifestamos masivamente, Isagén y las electrificadotas en que el Gobierno Nacional tiene acciones, y todo lo demás que no alcanzó a feriar Uribe Vélez, posiblemente Santos no dudará en negociarlo, antes de que los subversivos se tomen el poder y se lucren de esa riqueza para imponer un régimen comunista.

En las actuales circunstancias, este riesgo, que les sirvió de pretexto a los vendepatrias para convertirnos en un país paria, ha perdido validez, pues es posible que se les adelante el pueblo, organizado como sociedad civil y ejerciendo su soberanía.

Tradicionalmente, esa sociedad civil los tiene sin cuidado, siempre y cuando la mantengan controlada ideológicamente, alejada de la verdadera política (la que atiende los asuntos públicos que a todos nos afectan), y enredada por politiqueros con ínfulas de representantes.

Pero sólo ella; o sea, nosotros, el constituyente primario, los únicos y legítimos dueños de la soberanía, podremos evitar, de una vez por todas, que los más viles canallas nos sigan gobernando, dizque legítimamente porque fueron “elegidos” por los ciudadanos para representarlos y suplantarlos.

No estamos dispuestos a tolerar que nos sigan asesinando, arruinando la patria y destruyendo la naturaleza en beneficio de unos potentados extranjeros.

A los potentados y sus lacayos los tiene sin cuidado que la tal representación suela surgir de fraudes monumentales, como los que llevaron a Uribe dos veces a la presidencia de Colombia. Es lo usual, y lo acostumbran todos los partidos, en todos los países, aunque todos lo niegan alegando ser pulcros.

En cuanto a lo económico, si lo que se busca es generar empleo sano y mejorar el bienestar de la población, la siembra de comida y la cría de animales lo garantizan con mayor seguridad y en unos volúmenes realmente significativos.

Jamás podrá crear tantos puestos de trabajo la gran minería cedida a los extranjeros, como lo promete el vendepatria Uribe Vélez. Sobre todo porque se trata de inversiones intensas en capital pero de escasa demanda de mano de obra.

No obstante, son capaces de causar daños enormes e irreparables en el medio ambiente y en las comunidades ancestrales.

Por tanto, aunque sus compromisos son claros, el saqueo de gran envergadura no podrá ratificarlo Juan Manuel Santos, si aspira a gobernar con dignidad e independencia, lo cual es bastante difícil. O sea, es probable que el saqueo no pare y, más bien, crezca.

La alta productividad de esas inversiones depredadoras garantiza que en pocos años nuestros paraísos naturales estarán convertidos en desiertos, como le sucedió a la gallarda Haití, víctima centenaria de los potentados canallas que jamás le perdonaron haber declarado su independencia como una conquista popular y no como una mera maniobra de los masones interesados en construir Sión y precipitar el fin del mundo.

Esa es la repugnante receta neoliberal etiquetada como “Inversión Extranjera”, que sólo les deja ruina a los pueblos, pero que los Gobiernos vendepatria se esmeran por atraer y aumentar, sin reparar en gastos ni abyección…

Se empeñan en convencer a los pueblos víctimas de que ese saqueo les conviene; pero no tienen manera de explicar en qué ni cómo, pues lo cierto es que sólo los perjudica.

¿Será que no podemos impedir tanto “progreso”, tan destructor para el medio ambiente y tan empobrecedor para las mayorías?

Por ahora, queda en manos de Juan Manuel Santos corregir el rumbo. Tiene la oportunidad de restablecer su fe en Colombia, de modo que la producción nacional dirigida a atender adecuadamente el mercado interno, no sólo le servirá para enfrentar graves problemas sociales, como el desplazamiento, la generación de empleo y el abastecimiento oportuno y abundante de mercancías y servicios.

También impedirá que terminemos pagando la crisis del Imperio, afectado por problemas de demanda interna y ansioso por hallarle mercados en el extranjero a su producción, de modo que pueda aumentar su propio empleo para empezar a superar su crisis, según cree, pues no admite que es definitiva.

Desde luego, en estas circunstancias, el TLC que tanto se esmeró y humilló Uribe para que le aprobara USA, se ha convertido en una prioridad para ellos. Es una parte de su estrategia para recuperarse, de modo que lo aprobarán y habrá de traernos grandes calamidades.

La cuestión de los derechos humanos no le importa al Imperio, aunque la ha esgrimido para frenar el tratado con Colombia. Mucho menos le interesa nuestro bienestar económico.

Obama lo ha expresado con toda claridad, según la agencia Reuters: “En un momento en el que los empleos son escasos, fortalecer las exportaciones es un imperativo”.

Ante una afirmación tan clara, ¿podremos admitir que el TLC nos conviene?

¿Podrá creerlo así Manolito? Es imposible, pues no es tan brutito como los furibistas; pero sí es un lacayo del Imperio, como todas las oligarquías de nuestros países.

En consecuencia, aunque la intención es inundarnos de mercancías que acaben de arruinar lo poco de industria nacional que hemos conservado, cuando los usanos lo decidan el TLC será un hecho.

Y Santos no lo rechazará, aunque los perjuicios que nos acarreará serán enormes. Lo cruel es que no puede negarlos, pues su dignidad intelectual se lo prohíbe.

Sabe que nos perjudicará como nación, pero a los vendepatria lo que les interesa son sus propios intereses. Y están convencidos de que la mejor manera de protegerlos es arrodillándosele al Imperio, aunque los hechos no confirman su ilusión, según lo demuestra el caso de Manuel Antonio Noriega.

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