
Cada día que pasa fluyendo petróleo, la catástrofe causada por la BP es mayor y sus consecuencias mucho más graves. Aumentan exponencialmente, de modo que es urgente detener definitivamente el derrame.
Ni USA ni la BP quieren hacerlo. Ni la humanidad puede esperar a que se decidan a proceder.
La crisis histórica y global del sistema consumista demuestra la decadencia definitiva del poder de los potentados. Éstos están resueltos a destruir el mundo a su albedrío y conveniencia; por mero capricho. O por fijación mental de carácter teológico, como sucede con los sionistas; o con los fanáticos de Al Qaeda, meras fichas del poder petrolero mundial, vergüenza para Mahoma y descrédito para el Islam
De todos modos, con el neoliberalismo los potentados han conquistado el derecho a ser soberanos, contra cualquiera, de modo que ninguna autoridad los controla o molesta, independientemente de la gravedad de sus actos.
En consecuencia, no hay riesgo de que los destacados dueños del mundo, de los cuales hacen parte los potentados petroleros de la BP, tapen los pozos abiertos y colapsados en el fondo del Golfo de México desde el 20 de abril.
Ante las evidentes negligencia, ineptitud y perfidia de los potentados y sus lacayos en los gobiernos, esa tarea nos corresponde a las mayorías. Y tenemos que asumirla inmediatamente, para resolver el problema de una vez por todas y a la mayor brevedad.
Es indispensable que se propongan soluciones bien sustentadas, de modo que la gente se pueda pronunciar racionalmente sobre su viabilidad.
No podemos seguir actuando como invitados de piedra, tal como nos lo impuso la BP al presentarnos sus fantásticas propuestas, que están acabando con el mar Caribe a pasos agigantados, y pronto cubrirán el océano Atlántico, pues su propósito evidente no es resolver los problemas sino agudizarlos.
Inclusive, si hoy mismo logramos detener el mortal flujo, la extensión del daño ya causado es imponderable, imparable y de consecuencias funestas, que tardaremos muchos años en mitigar.
Por eso, es factible que Green Peace (que tiene credibilidad, experiencia y prestigio) pueda coordinar todas las acciones necesarias para que quienes estén en condiciones de detener el daño procedan lo más rápido posible, ya se trate de países, organizaciones o personas.
Esperar hasta agosto (o sea, hasta diciembre, aunque no se sabe de cuál año), como propone la BP -mientras sus ingenieros descansan y los altos directivos se desternillan de la risa, exponiendo su salud por la desmesura de sus carcajadas-, no constituye ninguna opción.
Es indispensable proceder ya.
Todo el que tenga algo para aportar a la solución, debe intervenir. Pero sin pretender imponer estupideces, como las de la negligente, irresponsable, inepta y criminal British Petroleum Company.
Es un desafío para toda la humanidad, que, como nunca antes en la Historia y períodos anteriores a ella, las actuales generaciones tenemos los medios para enfrentar con éxito a nivel mundial, gracias al ágora virtual o plaza pública donde todos cabemos, increíble pero indudablemente.
Tan insólita oportunidad constituye el bautismo de la Nueva Era y la extremaunción para la Historia. Luego debemos proceder a sepultar ésta, con manifestaciones de regocijo y enormes esperanzas en un futuro luminoso para las mayorías, hasta ahora marginadas por los potentados.
Los potentados no van más. Las instituciones -que han manipulado a su antojo y en su beneficio- deben someterse al control de los ciudadanos. Éstos las transformarán para que funcionen de acuerdo a los criterios de la democracia directa.
En estas circunstancias, la ONU, aunque siga arrodillándoseles a Benjamín Netanyahu y los demás sionistas; a pesar de ser la mayor expresión del poder mundial de los potentados más influyentes; también es la única institución existente en la actualidad que puede alegar suficiente legitimidad para emprender acciones a nombre de la humanidad, capaces de taponar los pozos en el Golfo de México.
Por tanto, debería intervenir y facilitar todos los recursos para que la humanidad pueda implementar la solución radical y urgente que exige la catástrofe.
Evo Morales y los mandatarios decentes, si hay alguno más, deberían exigir un pronunciamiento universal inmediato del organismo multilateral por excelencia, y la solución definitiva del grave problema en cuestión de horas.
Pero, sobre todo, cada ser humano sensible, libre y soberano tiene que expresarse y sumarse a la exigencia.
Quienes han adquirido experiencia en convocar a la opinión a través de Internet, tienen una obligación inmediata con la humanidad y la vida. Todos deben exigir la solución y orientar sus esfuerzos personales a lograrla.
También es indispensable exigir un castigo severo y ejemplar para los causantes de la tragedia.
Es ridículo que su enorme crimen ecológico pase impune mientras los banqueros y otros potentados se ensañan con Madoff porque los estafó. Así son, desprecian la vida pero adoran el dinero y el poder. No conciben que exista algo más sagrado ni deseable ni mejor.
Nadie diferente a las mayorías humanas expresándose directamente puede resolver éste y los demás problemas de la Historia, causados por los potentados.
Los potentados mismos, sus abusivas prerrogativas, su insensibilidad, su podredumbre, en fin, son cadáveres que tenemos que enterrar pronto para que la vida fluya y no se extinga, como ellos se lo han propuesto.
Aunque ya merecen enormes castigos, sus crímenes y sus culpas crecen a medida que el petróleo brota en el fondo del golfo. Y no dejará de brotar mientras no tapen los pozos.
Pero, increíble y ofensivamente, insisten en canalizar el escape para recuperar algo del oro negro en vez de obturar la generosa fuente.
Siguen enceguecidos y embrutecidos por la codicia y su repugnante axiología moral. Sus repugnantes valores siguen infestándolos, convirtiéndolos en los enemigos objetivos de todo lo que sea digno, noble y provechoso. Los daños que le causan a la vida les siguen siendo indiferentes.
Es urgente abrirles causas penales, con condenas superiores a la que le aplicaron a Madoff por haber abusado de su confianza.
Sus crímenes son de verdad y absolutamente graves, no simples desfalcos a unos ladrones profesionales y asesinos desalmados; pues eso, y cosas peores, son los potentados: sanguijuelas inútiles que sólo hacen daño.
Muchos se empeñan en precipitar la guerra mundial, como los arrogantes sionistas mientras arrinconan a los palestinos, asumiendo actitudes de gente superior a los demás mortales. Se consideran dignos de impunidad independientemente de la gravedad de sus delitos.
Siguen sosteniendo que los demás tenemos que subordinárnosles, pues nada mejor nos ha ofrecido Yahvé, tan arbitrario.
Deshacernos de tales obsesos asesinos es otra tarea urgente e indispensable de la humanidad. Estamos en mora de denunciar, repudiar y detener a los fundamentalistas sionistas, pues están decididos a precipitar el fin del mundo con su juicio final y no se sabe cuántos delirios más.
Tenemos que liberarnos de todos los potentados de una vez por todas. Es necesario desconocer su poder; suprimir las Juntas Directivas; asumir el control de los emporios y las empresas e instituciones estratégicas, en todo el mundo y, ojalá, de manera simultánea.
Es una decisión que tenemos que empezar a discutir e implementar, pues de ella depende el futuro de la humanidad y el bienestar de todos.
Las instituciones existen. Funcionan gracias a los trabajadores; esto es, el llamado personal operativo, que incluye al administrativo hasta los niveles que sean necesarios para que la empresa marche, los servicios se presten, las mercancías se produzcan.
Los directivos son un factor que se puede suplantar y hasta suprimir. Es algo que define la comunidad afectada e interesada en la institución de que se trate. De todos modos, no aportan nada al funcionamiento del establecimiento que dirigen. Sólo garantizan que los propietarios privados puedan apropiarse de la riqueza creada por el colectivo conformado por los trabajadores y la comunidad.
Realmente, la revolución mundial se puede hacer fácilmente. Basta la conciencia clara y la decisión firme de la gente común y corriente, pues el verdadero poder reside en los ciudadanos unidos, sobre todo desde que sabemos que la autoridad no viene de Dios, como han sostenido siempre los impostores totalitarios y toda clase de déspotas.
Basta que cumplamos la obra de misericordia de enterrar a los muertos (los genéricamente designados como “potentados” y sus estructuras jerárquicas) para que empecemos a ver luces de solución al final del tenebroso túnel que ha significado la Historia.
Dejémoslos descansar en paz, y asumamos colectivamente el ejercicio de las tareas que se habían atribuido -de las que nos habían despojado-, en caso de que sean necesarias y no meras artimañas de estafadores, como las surgidas alrededor de los llamados “productos” financieros, tan sofisticados que por eso fueron pocos los inversionistas del tercer mundo que resultaron afectados. Nunca los entendieron.
Pero con ellos arruinaron a grandes rentistas y dejaron en la calle a muchas familias, despojadas de sus casas mientras los banqueros se regalaban subsidios fabulosos, extraídos de los fondos públicos sin mayores controles.
Ya están diseminando su peste en la Unión Europea, cuyos países se consideraban soberanos aunque sus gobiernos no pasan de ser otros cuantos lacayos de los intocables potentados; y están condenados a aplicar las recetas del neoliberalismo, que los van a arruinar.
Tal vez Obama se queda corto al calificar el desastre, pues las consecuencias de esta farsa criminal en el golfo, protagonizada a la vista de todo el mundo y sin que haya lugar a dudas sobre el propósito deliberado de extender el daño lo más posible, son peores que las de la tragedia urdida por los petroleros George W. Bush y Osama Bin Laden para apurar el fin del mundo a partir del 11 de septiembre de 2001, 28 años después de haber asesinado a Salvador Allende.
Es asunto de las mayorías resolver si siguen viviendo de mentiras y defendiendo el sistema consumista y jerárquico que envilece a la humanidad y que está acabando con la vida.
Nadie nos va a salvar. Los extraterrestres se limitan a observar, mientras los potentados se esmeran por hallar más formas, más rápidas y eficaces, para precipitar el cataclismo definitivo.
Ya ni se cuidan por guardar las apariencias. No intentan ocultar que son los peores canallas. Prefieren gritarlo a los cuatro vientos, a carcajadas, ante un mundo impotente y una humanidad indolente
No podemos seguir tolerando que nos impidan disfrutar el mundo maravilloso que nos merecemos. Somos capaces de hacerlo real, siempre y cuando nos deshagamos de quienes se esfuerzan por evitarlo.
Las mayorías tienen la palabra. Si no hablan, las minorías de potentados nos exterminarán. Así de sencillo.
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